Benito Soto - Fulgor y muerte de un pirata gallego

   Revisando historias sobre la piratería, me refiero a la del océano proceloso, ensimismado en el menesteroso quehacer de engrosar mi blog con materiales varios, me vi inmerso en un mundo que, si bien creía conocer, resultó ser gratamente ignoto para mi.

   La documentación ansiada estaba relacionada con la lucrativa conducta que la corona británica despachó en otros tiempos, al conceder patentes de corso a renombradas figuras de su armada. Sin sospecharlo, me vi sorprendido por sangrantes acciones protagonizadas por los corsarios de su graciosa majestad, para más gloria de la corona y para engordar las arcas de la misma. Bajo el manto de la monarquía británica, sus barcos practicaron la piratería por doquier, y su literatura está plagada de historias y leyendas de piratas que aún hoy perduran.

   Mi perplejidad aumentó exponencialmente al ver la cantidad de países que aún en el siglo XIX armaban en corso a buques de sus respectivas armadas. En el caso de España, la excusa era detectar y despachar insurgentes en las Américas. En el caso de Argentina y Brasil, sus propios enfrentamientos bélicos. En el caso de Colombia, pues supongo que más de lo mismo. La verdad es que no existía un motivo especifico para ejercer la práctica del corso, a no ser el económico en todas sus formas.

   Lo cierto es que casi todas las aún recientes naciones americanas poseían barcos con permiso de atacar, robar, y defenestrar navíos de nacionalidades potencialmente enemigas, aunque éste no era un requisito. Y todo eso sin que la nación del corso se viera implicada, para ello se cambiaban las banderas o se matriculaban en terceros países. A grandes rasgos, eso es una Patente de corso. Hoy en día se ejerce una práctica similar por demasiadas navieras, con el fin de evitar impuestos elevados o para navegar bajo pabellones más permisivos a la hora de hacer cumplir según que leyes internacionales, y donde las condiciones laborales son precarias o casi inexistentes. Lo que se conoce popularmente como bandera de conveniencia.
 
El Prestige. Un buen ejemplo de buque con bandera de conveniencia.
   Comencé a bucear en esas historias de piratería, llegando a dilucidar que muchas de ellas eran simplemente leyendas, otras eran panfletos que ensalzaban la memoria de algún mártir muerto por alguna causa de tinte patriótico, y otras acabaron siendo guiones de cine. Todo este tinglado me hizo ver el excepcional manejo de la propaganda literaria por parte de los anglosajones, manipulando los hechos a su antojo.

   Una de las películas de Hollywood que nos sumerge en el romántico mundo de la piratería, se titula: "La isla de las cabezas cortadas". En ella, la protagonista es una mujer pirata llamada Morgan Adams y su barco es el Morning Star. Bien, pues la susodicha pirata nunca existió y el mencionado barco, si bien fue real, nunca fue pirata, más bien fue pirateado y pronto sabréis por quién. Sin embargo, si es cierto que existieron mujeres ejerciendo tan noble oficio. En el siglo XVI, Grace O´Malley (Irlanda) y a finales del siglo XVII, Anne Bonny (Irlanda) y su compañera de correrías Mary Read (Inglaterra). Por contra, Morgan Adams es el nombre de un barrio de Washington DC y, para ser justos, el nombre real es Adams Morgan.
   El visionado de esta película y otras de igual lustre, me llevó a investigar en profundidad qué había de cierto en el mundo de los piratas, y cuanto más escarbaba los resultados eran más desconcertantes. Con una observación temprana denoté cómo recibieron inmerecida fama los piratas anglosajones, bien fuesen de ficción o no, y esto es así por el buen marketing literario del que hacen gala los británicos. Ellos nos vendieron La isla del tesoro de Robert Louis Stevenson. El capitán Singleton de Daniel Defoe. El Corsario de Lord Byron. Aunque otros autores alejados de la orbita británica también nos vendieron lo suyo, por un lado El capitán Nemo del frances Julio Verne, Por otro, El corsario negro y El tigre de Malasia del italiano Emilio Salgari. Y podríamos seguir con las consabidas figuras del celuloide, Jack Sparrow & CIA, por parte de la factoría Disney.

   Sin embargo, la historia nos muestra la existencia de piratas reales con más o menos gloria. La mayoría de los ecos nos llegan gracias otra vez a la labor literario-patriótica de la pérfida Albión, adquiriendo en estos casos el tinte de legajos históricos. Los más relevantes podrían ser: Sir Francis Drake, Sir Walter Raleigh, Barbanegra, Henry Morgan, Bartholomew Roberts, o Henry Every, pirata al que nunca dieron caza y se retiró de viejo a un lugar desconocido disfrutando del botín obtenido a lo largo de su vida. Poco más o menos como ahora, no hay manera de pillarlos.

   Algunos de estos personajes están recubiertos de una pátina de romanticismo, nada más lejos de la verdad, ese es un ardid literario que transforma a los piratas en seres románticos y honorables, cuando en realidad eran asesinos despiadados. Esta maniobra propagandística convierte a unos criminales deleznables en seres adorables y dignos de admiración. De esta manera, en la consciencia popular queda anulado cualquier atisbo de barbarie. Recordemos que hay ciudades en las islas británicas, por ejemplo, con calles dedicadas a piratas asesinos, bendecidos por la corona como héroes nacionales

   En toda esta miasma de maleantes marítimos, me topé con documentación sobre piratas turcos, anglosajones, berberiscos, malasios, somalíes, hindúes, franceses, holandeses, hasta algún portugués que otro, pero nunca con un pirata español. Así es, España dueña y señora de la mar océana durante siglos, estaba desprovista de piratas, o eso parecía. Esta revelación me incomodó sobremanera, y dediqué mis esfuerzos a una investigación más exhaustiva, investigación que comenzó a dar sus frutos una vez entendida la idiosincrasia hispana y en el caso que nos ocupa, la gallega. Esa rara costumbre de no vanagloriarse de los logros obtenidos, adoptando una posición de resignación ante actos supuestamente criticables, a no ser que sean de índole deportiva, entonces la cosa cambia. El orgullo patrio rezuma por las costuras del honor, y con la arenga de Santiago y cierra España le metemos 13 goles a Malta, y hablamos de ello por los siglos de los siglos.
 
   Una vez asimilada esta anomalía en el comportamiento hispano, dirigí mis indagaciones hacia canales menos convencionales, descubriendo al fin la existencia de piratas patrios. Unos que lo fueron, otros que fueron acusados de ello sin prueba alguna. Unos que se pierden en la bruma de la leyenda, como el tinerfeño Cabeza de perro, y otros que son hechos históricos documentados y dignos del mejor guión de cine. Es el caso de Benito Soto, el último pirata europeo, catalogado entre los más sanguinarios y violentos en los anales de la piratería occidental, y para más señas de Galicia, dicho sea de paso. Actualmente con calle dedicada en la siempre sorprendente ciudad de Pontevedra, al más puro estilo anglosajón.

        Benito Soto Aboal. El último pirata europeo.

   Es admitido por parte del orbe literario que el poema de José de Espronceda, La canción del pirata, está inspirado en la vida y obra de Benito Soto Aboal, el último pirata del atlántico. Benito Soto nació en el barrio pontevedrés de A Moureira, puerto marinero que dio lugar al nacimiento de la Pontevedra actual. Allí fue donde tomó tierra el héroe troyano Teucro, hijo de Telamón y hermanastro de Ajax, fundador de la ciudad, según la leyenda. Y según la historia, también es allí donde los romanos fundaron Ad duo ponte, la actual Pontevedra.
 
 Benito Soto Aboal
   El barrio de A Moreira vio nacer figuras ilustres muy relevantes en la historia de España, entre ellos Pedro Álvarez de Sotomayor (Pedro Madruga) y Pedro Sarmiento de Gamboa, de los que hablaré en otra ocasión. También hizo que en los siglos XV y XVI, Pontevedra fuese la ciudad más importante de Galicia y una de las más importantes de los puertos atlánticos occidentales, gracias al comercio marítimo, a la actividad de sus muelles y a sus astilleros, siendo así desde el Siglo XII.

   En ese barrio marinero nació Benito Soto Aboal el 22 de Marzo de 1805, y en ese barrio se crió siendo el séptimo de catorce hermanos. Marinero desde temprana edad, llevó a cabo su trabajo en las costas gallegas desempeñando diferentes cargos y variopintas funciones ejecutadas con brillantez conjuntamente con su padre, algunas de ellas de dudosa legalidad. Tales actividades le llevaron a ser respetado entre los ambientes portuarios de contrabandistas y raqueros. Hacia 1823 embarca hacia La Habana y aquí comienza a difuminarse la historia o la leyenda de Benito Barredo, otra de las maneras usadas para referirse a él.
   Según algunas fuentes, en la isla caribeña ya apuntaba maneras de pirata. Según otras, ejercía de marinero cabal dedicado a la trata negrera. Otras fuentes postulan que había combatido a bordo de corsarios cubanos o colombianos. Y puede que todas las versiones arrojen algo de verdad, ya que pudo estar a bordo de corsarios cubanos que atacaban barcos negreros de otras naciones para robarles las mercancías y los esclavos, y gracias a los amplios conocimientos atesorados en el trato contrabandista, intervenir posteriormente en la venta participando así del negocio obtenido. Y todo esto sin haber llegado a los 20 años.
 
A Moureira - Pontevedra. Finales del siglo XIX
 
A Moureira - Pontevedra. Primera mitad siglo XX
   Sea como fuere, Benito Soto viajó a Río de Janeiro desde La Habana a bordo de un mercante español. Mercante que fue apresado en Salvador de Bahía por la marina de guerra brasileña, creyendo que se trataba de un corsario cubano. Llegados a este punto la cosa se vuelve turbia de nuevo, y después de algunas peripecias propias del personaje al que tratamos, a la edad de 23 años se enrola como segundo contramaestre en El defensor de Pedro, un bergantín brasileño con patente de corso y también negrero, que partió de Río de Janeiro el 22 de Noviembre de 1827 con rumbo a las costas africanas para la trata de esclavos, llegando al golfo de Guinea, concretamente a la actual Ghana, el 3 de Enero de 1828. En la singladura ya se había dado algún conato de motín, pero la noche del 26 de Enero de 1828 al grito de: "Abajo los portugueses", Benito Soto y su segundo en la revuelta Miguel Ferreira, gallego al igual que Soto y del Ferrol para más señas, se hicieron con el bergantín apresando a los miembros de la tripulación que aún estaban a bordo, aprovechando que el capitán del barco, Pedro Mariz de Sousa Sarmiento, se encontraba en tierra junto con algunos de los tripulantes para llevar a cabo la compra de esclavos.

   En este punto la cosa se vuelve turbia otra vez. Hay versiones que hablan de un triunvirato a la hora de gestionar el motín, Benito Soto (Barredo), Miguel Ferreira (Mercurio) y un tal Victor Saint-Cyr de Barbazan (François). Un aristócrata francés y aventurero, sobrino del mariscal Saint-Cyr, un marqués jefe de los ejércitos napoleónicos en el noreste español.

   Parece ser que los dos gallegos andaban a la zaga en la disputa del mando, Soto no se lo pensó dos veces y Ferreira quedó listo de papeles, acto que puso en alerta a los que no se habían percatado de quien ostentaba el liderazgo. En el posterior enjuiciamiento llevado a cabo en la ciudad de Cádiz, algunos franceses de la tripulación se quejaban de no poder hablar entre ellos en su lengua, Soto, que no entendía aquella parla, desconfiaba de los franchutes cuando hablaban en "Petit comité", entendía a los marineros portugueses y brasileños, pero a los franceses no, cosa que generó algún que otro altercado. ¡Tal era el ambiente que se vivía a bordo bajo el férreo control del gallego!.

   La intención era poner rumbo a Cuba y atacar barcos negreros en el Caribe, pero al final pusieron rumbo a la isla de Ascensión albergando la posibilidad de atacar los barcos que doblaban el cabo de buena esperanza y que venían de las ricas plazas del Índico. Para ello, se pertrecharon y secuestraron a la tripulación necesaria para el gobierno del bergantín, entre ellos el segundo comandante de la armada portuguesa, Antonio Rodrígues, quien aportaría a la navegación la experiencia de la que carecían los amotinados, al resto los dejaron en tierra. Casi todos los participantes en el motín rondaban los 20 años y estaban a punto de forjar una leyenda. El fulgor y muerte de los últimos piratas del atlántico, a bordo de " El defensor de Pedro".

       Morning Star - La primera victima de Soto

   El 13 de Febrero de 1828 la fragata inglesa " Morning Star" tuvo la mala suerte de cruzarse en la singladura de La burla Negra (El defensor de Pedro), no muy lejos de la isla Ascensión. No me voy a extender en los detalles del abordaje, sólo decir que la idea de Soto era no dejar testigos. El capitán de la fragata inglesa, Thomas Gibbs y los oficiales, fueron asesinados sin miramiento alguno. Soto había ordenado al brasileño José dos Santos, preparar el hundimiento de la fragata y acabar con el resto del pasaje. Santos encerró en las bodegas a los que quedaban vivos desoyendo la orden, y acto seguido practicó barrenos en el casco del barco para hundirlo. Si bien, Dos Santos no los había matado, les reservaba un fin poco alentador, creyendo que comerciantes, tripulación, y mujeres, algunas de ellas violadas, se hundirían con el Morning Star. La desobediencia de Dos Santos daría al traste con la pretensión de Soto. En la refriega del abordaje, el comerciante Robert Smith, se había tirado al agua y le habían dado por muerto, más tarde, una vez que La burla negra abandonó el escenario con el botín en las bodegas, volvió a nado, rescató a los prisioneros, taparon los barrenos y de la mejor manera que pudieron, iniciaron la navegación. El 13 de Marzo fueron rescatados por el buque ingles: Guildford y el 19 de Abril llegaron a Londres, dando lugar a la leyenda, El Morning Star había sido atacado por el pirata más sanguinario y violento de todos los tiempos.
 
Bergantin atacando a un buque de contrabandistas - Pintura del siglo XIX
  

   Algunas fuentes sostienen que una vez saqueado el Morning Star, Victor Sain-Cyr (François), sugiere a Soto cambiar el aspecto y el nombre del bergantín, idea que a Solo le gustó, y acabaron pintándolo de negro y llamándolo "La burla negra". Supongo que el parecido con la Perla negra de Jacobo Gorrión (Jack Sparrow), es meramente casual, de igual manera que el Morning Star de la película "La isla de las cabezas cortadas".

   De todos modos, las autoridades navales ya estaban alertadas por el capitalista brasileño y tratante de esclavos José Botelho de Sequeira, a la sazón, armador del bergantín El defensor de Pedro (La burla negra) y por la tripulación que habían abandonado en África. Pero una cosa era una acusación de robo, abandono e insubordinación y otra muy distinta eran los delitos de piratería, asesinato, violación y contrabando.

   Irónicamente, las acusaciones provenían de tratantes de esclavos y de la nación que atacó naves y costas españolas durante, al menos tres siglos, otorgando patentes de corso a buques de su armada. Me refiero a los británicos y a los corsarios de aquellas islas. Un ejemplo es Sir Francis Drake, ninguneado por Maria Pita en el ataque a La Coruña, o John Hawkins, tio de Drake. A este, una flota española lo envió de vuelta a Inglaterra sin barcos desde Veracruz (Mexico) y Drake se salvó porque puso pies en polvorosa. Al pobre Drake, no le fué nada bien con los españoles, en las islas Canarias también le hicieron correr mucho y perder mucho más, por no hablar de las nefastas campañas en el Caribe. Creo firmemente, que este individuo ocasionaba más gastos que beneficios a su graciosísima majestad.


      Rumbo Norte

   Una vez desvalijado el Morning Star, comienza una meteórica carrera de pillaje. El siguiente en padecer la rapiña de Soto fue el Topaz, buque norteamericano procedente de Ceilán o Calcuta, con destino a Boston. El Topaz iba cargado de mercaderías de mucho valor, susceptibles de engrosar las bodegas de La burla negra, joyas, oro, seda. Esta vez no hubo testigos y hundieron el barco. Viendo que las finanzas afinaban, pusieron proa al norte con la intención de llegar a Galicia y poder dar alivio en el mercado a las pertenecías atesoradas, para ello utilizaría las redes de contrabando manejadas por familiares y conocidos, amén de algún que otro soborno a las autoridades marítimas gallegas.

   Cerca de las islas de Cabo Verde desvalijaron el buque Unicorne, este hecho no está confirmado. Al parecer en este caso la nave se dio a la fuga evitando el hundimiento. Siguiendo hacia el norte y en las inmediaciones del archipiélago canario, abordaron, desvalijaron y hundieron la fragata inglesa Sunbury, no dejando testigos de nuevo. Aunque en este punto vuelven a diferir las fuentes, por un lado se aventura que a partir del Topaz, la barbarie de Soto y Saint-Cyr aminoró en especie y ejecución, y por otro se postula que cuando menos, seguían las mismas directrices de actuación, no dejar pruebas.

   Siempre con rumbo norte, abordaron en las inmediaciones de las islas Azores un buque ingles, el New Prospect y dos portugueses, el Cessnock y El Hermerinda. A estas alturas, La burla negra llevaba las bodegas repletas y bastantes daños, de forma y manera que decidieron ir a Galicia para repararla y deshacerse del botín.
Los piratas manejaban la idea de retirarse, en el mejor de los casos, o seguir con sus prácticas en la costa de Berbería. Sea como fuere, cualquier decisión pasaba por vender las mercancías. Así es que el 10 de Abril de 1828, terminaron fondeados en las inmediaciones de Beluso (Bueu), en la ría pontevedresa. Aquí volvemos a tener varias versiones, en unas, el bergantín había cambiado otra vez de aspecto con el fin de despistar a las autoridades y volvía a ser El Defensor de Pedro, y en otras, aparece pintado de amarillo con el nombre de Buen Jesús y las ánimas. De todos modos, con la ayuda del tío materno de Soto, José Aboal y pagando algún que otro soborno, venden gran parte del botín. Los trapiches de mercaderías y los trasiegos en el comercio de la zona, terminan por levantar sospechas, situación que les obliga a abandonar la ría poniendo rumbo al puerto de La Coruña, no sin antes dejar a recaudo del tío "algunos cofres". Esto levantó mucho revuelo a principios del siglo XX en Pontevedra, al circular el rumor de que el tesoro de Soto estaba oculto en la casa de las campanas, en la actualidad un un edificio emblemático del casco histórico. Este rumor era retroalimentado por las noticias que llegaban desde Cádiz, donde habían encontrado enterrado en una playa, lo que parecía ser parte del botín pirata.

   En La Coruña, las cosas tampoco fueron bien, más sobornos y más trabas para deshacerse del resto de las mercancías, por no hablar de los desmanes cometidos por parte de algún que otro marinero bajo los efectos del alcohol, asunto que se tradujo en detenciones y para más INRI, a Soto, le habían llegado rumores de que un miembro de la tripulación estaba redactando diarios de lo sucedido y andaba buscando la manera de denunciarlo. Todo esto hizo que el bergantín pusiese proa al sur, la idea era llegar al estrecho. En Gibraltar Soto le daría curso a letras de cambio obtenidas en Galicia como pago del botín, trataría de vender el bergantín y harían el reparto de los beneficios obtenidos. Algunos abogaban por darle boleto a los portugueses de la tripulación, y así tocar a más en el asunto. Como pueden ver, el romanticismo de aquellos hombres decimonónicos brillaba por su ausencia, eran lo que eran, piratas.


      El principio del fin

   Quiso la mala fortuna que el 9 de Mayo de 1828, Soto diese la orden de dirigirse al faro de Tarifa con el fin de encallar La burla negra no muy lejos de Gibraltar, en contra de lo que opinaban algunos miembros de la tripulación que albergaban dudas sobre la ubicación de dicho faro. En realidad tenían razón, el faro que estaban divisando era el de la isla de León (Cádiz). Aquel error de bulto, hizo encallar a la Burla negra no muy lejos del ventorrillo del Chato, en la playa de Santa Maria, Cádiz. Soto no perdió la compostura ante los hechos y rápidamente dispuso la dispensa de dineros para posibles sobornos e impartió directrices de comportamiento para que la marinería se mezclase entre las gentes de la ciudad portuaria sin llamar la atención.

   El primero en ser bendecido con los sobornos fue el propietario del ventorrillo del Chato y después varios funcionarios de marina que aparecieron en el lugar para investigar los hechos que, a la postre y previo pago, resultaron ser un simple naufragio. Esto le daba tiempo a Soto para llevar a cabo sus planes en Gibraltar.

   Pero de nuevo quiso la mala fortuna que aquella caterva de piratas en tierra, con demasiado dinero para gastar en las faltriqueras, cometiesen desmanes y altercados de todo tipo, y quiso también que un marinero del Morning Star, de los que habían dejado vivos, reconociese a alguno de aquellos desalmados, y eso si que fue una burla negra del destino. En poco tiempo estaban todos presos. Soto y Dos Santos consiguieron huir a Gibraltar donde al fin dieron caza al gallego. Muchas voces liberales reseñaron la entrega en bandeja de Soto por parte de las autoridades gaditanas a los ingleses, y estos, que le tenían no pocas ganas, se congratularon y agradecieron el servilismo de España por entregarles a tan pernicioso elemento. "Tutti cornuti, tutti contenti" El único huído fue el brasileño Dos Santos, usufructuario del botín, mientras no se demuestre lo contrario.
 

La meteórica singladura de Benito Soto
    

       El fin de la piratería en Europa

   El 19 de Noviembre de 1829 comienza en Cádiz el juicio de los piratas de La Burla negra. Durante la segunda mitad del año 1928, y casi todo el año de 1929, se llevaron a cabo las diligencias y el correspondiente acopio de informes, acusaciones, y oficios pertinentes de la causa. También en ese periodo fueron enviados a Cádiz los marineros presos en La Coruña y llegaron a Gibraltar más supervivientes del Mornimg Star. Por su connotación, el juicio habría de ser ejemplarizante, en él no sólo se iban a juzgar actos de piratería.
   Por un lado, la corona británica se resarcía de las ignominias recibidas, limpiaba su imagen ante su opinión pública, y asentaba su hegemonía como nación. Ningún español la había doblegado nunca y aquella no iba a ser la excepción, de hecho, al capitán pirata lo ajusticiarían con mucho aparato propagandístico en Gibraltar, colonia arrebatada a los españoles. Por otro lado, los absolutistas dejaban muy claro a los liberales quién mandaba en España. En principio se abogaba por castigos más livianos para aquellos desdichados, ateniéndose a los hechos, ninguno de ellos había ocasionado daños a España o a sus intereses, todo lo contrario. El buque Topaz, era de los Estados Unidos, país que apoyaba a insurgentes en la América latina. El Morning Star era británico, del país que durante tres siglos practicó el corso contra España, sin que ésta consiguiese ajusticiar a ninguno de sus corsarios.

   En ultima instancia, aquel juicio trataría de limpiar la imagen de la propia España, con el extraño asunto del Defensor de Pedro su imagen había quedado muy dañada a raíz de las acusaciones de corrupción, clientelismo y cohecho, entre otras. Puede decirse sin temor a equivocaciones, que aquel proceso iba a servir para poner a cada uno en su sitio tras el cruce de las susodichas acusaciones.

   Desde Cádiz denunciaban a las autoridades de marina en Galicia por facilitar el contrabando bajo sobornos, propiciando la venta del botín. Desde La Coruña y Pontevedra, acusaban a las autoridades de marina gaditanas de lo mismo, al hacer la vista gorda ante el supuesto naufragio. Desde Madrid decían que Cádiz era cuna de liberales y Galicia tierra de carlistas, y eso se iba a terminar de un plumazo. Fernando VII iba a dar ejemplo en la ciudad donde se había firmado la constitución ajusticiando a un gallego. Desde Londres se dejaba muy claro que no permitirían a unos piratas españoles robarles la cartera y serian ahorcados en Gibraltar para dar escarmiento a los que osasen atacar los intereses de la Gran Bretaña. Y en medio de todos ellos, Jorge Lasso de Vega, brigadier de la armada de recta conducta, con una honorabilidad intachable, de alta moral religiosa y juez fiscal del último juicio contra la piratería en Europa, cuya misión era finiquitar el asunto con rigor, incluso el de la corrupción institucional. En aquella tesitura, los tripulantes de La burla negra estaban listos de papeles. "Pobres piratas, dónde y en qué tiempos vinisteis a parar" comentó uno de los defensores.

   La sentencia para los enjuiciados en Cádiz fue ahorcamiento, descuartizamiento y exposición de los restos en diferentes lugares de la ciudad. Sentencia que se llevó a cabo los días 10 y 11 de Enero de 1830. Los ajusticiados en esa ocasión fueron:

   Nicolás Fernández, natural de Villa Viveros, obispado de Mondoñedo, Galicia, de 20 años

   Víctor Saint Cyr Barbazán, natural de Ponte Sac, provincia de Gascoña, reino de Francia, de 21 años de edad,

   Joaquín Francisco Morgado, natural de Lisboa, de 29 años,

   Nuño Pereira, natural de Lisboa, de 25 años.

   Francisco Goubín, natural de Sarbun, Departamento de la Mancha, Francia, de 32 años.

   Federico Lerendú, natural de Cutama, Francia, de 23 años.

   Domingo Antonio Lucio, natural de Lisboa, de 22 años.

   Pedro Antonio, natural de Oporto, de 26 años.

   Antonio Laida Lartitegui natural de Mundaca, Señorío de Vizcaya, de 23 años.

   María Guillermo Tetó, natural de Duan, de la costa norte de Francia de 22 años de edad.


   El resto de la tripulación, exceptuando a Soto y a Santos, cumplieron penas de cárcel, incluso aquellos que siguieron a Soto por la fuerza. No olvidemos que parte de los tripulantes, los que eran necesarios a bordo, fueron secuestrados por Soto cuando se amotinó. Según Lasso de Vega, ser obligados a practicar la piratería bajo amenazas de muerte, no era atenuante ni eximente. En este orden de cosas y aprovechando la coyuntura, decir que las mujeres ultrajadas en el Morning Star y que comparecían en calidad de testigos, también obtuvieron reprimenda y llamada de atención, opinaba lasso de Vega que no habían ofrecido la debida resistencia a tales actos. Nos podemos hacer una idea de cómo se jugaban los cuartos los personajes de aquella época.

   Con apenas 25 años, Benito Soto fue ahorcado en Gibraltar, el 26 de Enero de 1830, aunque según quien lo relate, no le ahorcaron, se ahorcó él mismo cuando al grito de; "Adiós a todos, la función ha terminado", saltó al vacío sin que nadie diese la orden de ejecución, ante el asombro de propios y extraños, privando así del jolgorio al "respetable" aposentado en el lugar y ávido de carnaza. Eso es lo que nos dice la oficialidad, según otras fuentes, puede que Soto comprase su libertad pagando buenos dineros, que los tenía, para desaparecer con José Dos Santos y repartirse el botín entre los dos. Nadie se explica cómo después de encallar desaparecieron de la escena gaditana, dejando en aquella ciudad a la tripulación con los bolsillos llenos de oro para gastar a espuertas, sabiendo que llamarían la atención más tarde o más temprano. También resulta sospechosa la confusión entre el faro de la isla de León y el de Tarifa. Puede que todo estuviese orquestado desde un principio y que todos aquellos despropósitos obedeciesen a un plan primigenio. Después de todo, ni eran caballeros, ni eran honorables. Cualquier cosa se puede esperar de un pirata.

   Burlas negras aparte, puede que los gaditanos sean los únicos que hayan podido ver, y disfrutar a la luz del día parte del supuesto tesoro acumulado por el joven Soto y sus secuaces. En Pontevedra, el interés sobre el fabuloso botín que llegó a descargar en la ciudad, dio pie a múltiples especulaciones sobre su paradero. Aunque la más famosa es la que lo sitúa en algún lugar del edificio del antiguo bar Pitillo, "Casa das Campás", hoy reconvertida en vicerrectorado. Incluso circuló la leyenda urbana de que los dueños del edificio habían llegado a incluir una supuesta cláusula en el contrato de venta al Ayuntamiento, exigiendo el tesoro si aparecía.


      Aquellos duros antiguos

   La ultima leyenda o hecho verdadero, según quien lo exponga, que nos deja el pirata Benito Soto es el hallazgo de un tesoro. A estas alturas todos sabemos la extraña inclinación que tenían los piratas de enterrar tesoros en lugares insospechados y Benito Soto no iba a ser menos. De hecho, a una historia de piratas sin tesoro oculto le falta enjundia. Así es que en 1904, Malospelos, un trabajador de la almadraba del armador José Zarandieta, se encontraba enterrando despojos de atún en la playa, ante su sorpresa, al remover la arena empezaron a salir monedas de oro. Malospelos se llenó los bolsillos y se supone que hizo varios viajes al lugar pero, esas cosas son muy difíciles de ocultar y la noticia corrió como la pólvora. No tardó mucho en que todo Cádiz corriese a la playa en busca del oro, ratificándose la leyenda que contaba como los piratas de La burla negra habían enterrado un tesoro en la playa.

   Todo aquello resultó algo cómico para el Tío de la tiza, un carnavalero de Cádiz, que compuso un tanguillo al que tituló "Los duros antiguos" El cual se estrenó en los carnavales de 1905, llegando a ser himno oficioso de los susodichos carnavales.


      

       A modo de conclusión

   En el transcurrir de la investigación me encontré con pasajes curiosos de la católica España, un ejemplo es el del rey Felipe III, el cual también armaba barcos en corso, pero les imponía la moral católica en el comportamiento y en los actos, con lo cual, aquellos corsarios eran una "mierda de corsarios", perdónenme tan burda expresión.

   Los corsarios británicos, entre otros, no atendían a razones de moral religiosa, quizás sea esa la razón de los éxitos obtenidos. No voy a ser yo quien disculpe el comportamiento de nuestros piratas en estas líneas, ni el de los piratas, ni el del resto de los figurantes. Es difícil saber quién delinquía más o quién era más filibustero, por desgracia este país de eso sabe, y mucho. Una de las certezas que me sobrevino al hacer esta investigación, me hizo ver como en este país, y desde hace mucho tiempo, se esconde todo aquello que viene de Galicia, menos el marisco y otros menesteres de carácter folclórico. Recuerdo cuando en la escuela nos leían "La canción del pirata" de Espronceda y aunque no lo quiera, en estos momentos siento un atisbo de reproche y una sensación de lectura incompleta. No entiendo el motivo de negar a unos niños la probabilidad de creer que aquella poesía tan bella, quizás estuviese inspirada en las correrías de un malvado pirata gallego. Es como si la vergüenza y la rectitud impuestas por las educación secular les impidiese ver la grandeza de nuestros héroes, por contra, nos hablaban de ídolos de otras tierras y nos mostraban las hazañas llevadas a cabo por otros hombres. En este rincón atlántico siempre hemos vivido a remolque de la toga y de la mitra. Del leguleyo y del facistol, que sientan sus pantagruélicas posaderas en los tronos de la santa capital. En futuras entregas trataré de enmendar estas exclusiones galaicas en la medida de lo posible, el material es abundante y de magra sustancia.

      Obras sobre Benito Soto


   Alberto Fortes - "Amargas han sido las horas"

   El autor sitúa en el barco de Soto a Edgar Allan Poe, reconvertido en William Wilson, el único marinero del buque Topaz a quien el sanguinario pirata dejó con vida tras abordarlo, y a quien permitió unirse a su tripulación. La historia describe, en palabras de Poe, cómo en abril de 1828 los tres baúles cargados de alhajas, monedas, piedras preciosas y perlas fueron transportados en un galeón del tío de Soto, José Aboal, desde Beluso (Bueu), donde estaba fondeado el Defensor de Pedro, hasta la ciudad. Y, una vez en tierra, depositados en la casa de Francisco Javier Bravo, el hombre que, según Fortes, le «arregló los papeles.


   Joaquín María Lazaga - "Los piratas del Defensor de Pedro"

   Todos los piratas del barco cuentan en el juicio -que fue transcrito en la obra de Joaquín María Lazaga Los piratas del Defensor de Pedro- que los baúles se descargaron apunta el autor-. Probablemente fue gastado por parte de Aboal y sus familiares. Lo que está fuera de toda duda es que entre el tío de Benito Soto y Bravo tuvo que estar el paradero del tesoro y que en Pontevedra hubo toda una tradición por averiguar el escondite, sobre todo a principios del siglo XX.


   Ramon Pedras "El último pirata"

   F. Javier Castro y Enrique G. Luque - "Los Diablos del Mar. La odisea de la Burla Negra"

   Gerardo González de Vega - "Mar Brava"

   J. Maria Castroviejo - "La burla negra"

      Enlaces de interes.

        Articulo de Perez Reverte
       Instituto de investigaciones jurídicas de la UNAM
       La rosa de los vientos - Piratas
       Biblioteca jurídica UNAM - Patente de corso

   
      Podcasts - audios mp3 sobre la piratería

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  3. Hay otra, quizá leyenda, que relata que en lugar de Beluso, donde descargó los cofres con su tesoro, fue en Marín, el día de San António. Se dice que en esta fecha, y para que el personal del pueblo no estuviese al acecho, Benito Soto, se encargó de pagar las fiestas para conmemorar dicha festividad, a la vez de entregar un niño Jesús de plata, que todavía está en la parroquia, mientras él descargaba en el puerto los cofres con destino final a la "casa das campás" en Pontevedra.

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    1. No, si la historia de este hombre nunca terminará de escribirse. También me han llegado ecos de otra leyenda, según la cual, en alguna de sus correrías desembarcó cofres en un punto indeterminado de la desembocadura del río Verdugo, entre Soutomayor y Pontesampayo.

      La versión que aportas, tan amablemente, es muy factible, de hecho, si no la expuse con anterioridad, fue por la carencia de información. Recordemos que toda leyenda puede estar basada en hechos reales, de forma y manera que, la versión del desembarco en Marín , es perfectamente asimilable y valida.

      Muchas gracias por el aporte.

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